Bosque
Hubo una noche, que atrapado en los pensamientos y en la sensibilidad más extrema, salí a caminar, tal era mi confusión o mi deseo de escapar, que deambulé por horas. Sin saberlo, como un sonámbulo, me interné en el bosque. Ahí, en su profundidad mas inalcanzable, encontré una revelación. Luego al volver porque siempre se vuelve, la olvidé, casi como si todo fuese un sueño. Usé cada segundo de mi vida para recuperar ese momento. Para recordar la verdad, no la del universo, sino una mucho mas intima, más pequeña, que me pertenecía. Ciertas sensaciones, imágenes difusas, o palabras sueltas, era lo único que me quedaba de esa noche. A pesar de todo, aun podía sentir la certeza, el amor, el sentido de algo mas grande, esos ojos que me veían, y también el miedo que viví en ese lugar. Por eso, creo yo, es que olvidé. O quise olvidar.
Mirar algo así, al terror tan de frente, tiene algo de bello, de inmensa hermosura, porque es algo puro, que no entiende de subjetividades. Mirarlo y decir “yo soy esto” “soy también un espejo lleno de errores” “un espejo roto”. Que valentía hay que tener, para enfrentarse a uno mismo, para reconocerse. Para no cerrar los ojos frente al reflejo, frente a los fantasmas, que en su blanco, contienen nuestra historia. Cuanto coraje para batallar y luchar. Cuanta energía, solo por unos segundos de verdad. De revelación. Por una vez ser un héroe en este mundo.
Que atrevimiento no escapar, y volver, a ese bosque, para la búsqueda. Sabiendo que el espejo sigue ahí, esperándonos. El reflejo atroz de nuestro rostro, con sus cicatrices, y sus arrugas del tiempo. Sigue ahí, no para juzgarnos, sino para entendernos, enfrentarnos. Nosotros a él, y él a nosotros. Y revelarnos, otra vez.